de nuestro corresponsal, carmelo martínez

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Aprendí a leer quitándole a mi padre el periódico del bolsillo de la chaqueta, cuando volvía de trabajar. Mi padre era maestro de escuela en un pueblo de la Alpujarra almeriense y corresponsal del periódico local, a cambio de recibir gratis “Yugo” (entonces se llamaba así, por lo del ‘yugo y las flechas’). Pero las crónicas de los partidos de fútbol las escribía siempre yo, un chaval de primaria: ‘De nuestro corresponsal Carmelo Martínez’, me decía que pusiera. Entonces no podía imaginarme, ni por asomos, que iba a dedicarme a ésto, a contar historias, a contar la vida. Pero ya había calado muy hondo en mí, aunque no lo entendiera, la frase que mi padre no se cansaba de repetir: “Ser el segundo es un fracaso, hay que ser el primero.”

Mi padre queria decir que el que quiere, puede. Don Carmelo, como lo llamaban con cariño y respeto en Dalías, no se inventaba nada. Te contaba que el patriarca de los Kennedy aleccionaba a sus hijos, John y Robert, con esa frase; y mi padre me lo recordaba señalándome orgulloso al flamante JFK, lleno de ‘glamour’ antes de que lo asesinaran.

Los alemanes pensaron que podían, y pudieron: ‘Die Mauer muss weg” (abajo el Muro), gritaron durante los meses de aquel verano de 1989, sin descanso, todos los jueves al salir del trabajo por las calles de Leipzig, Rostock, Dresde, Berlín-Este… Hablo del Muro no porque sí, ni porque yo me apuntara tal vez el mayor tanto profesional de mi carrera estando allí. Jugándome la corresponsalía: porque TVE estaba en Bonn y a no nos daban permiso para desplazarnos a Berlín y contar lo que estaba pasando. Hablo del Muro (y de Obama) porque esta entrada está dedica a don Carmelo y de la fuerza que da creer en algo.

Cuando cayó el Muro de Berlín, todo el mundo habló del ‘comienzo de una nueva era’.  Era verdad, y también es verdad ahora, con la victoria de Obama. Se nota que sus asesores conocen el secreto. ‘Sí, podemos’, decía Obama 19 años después de la caída del Muro: y acabó ganando las elecciones. Mi padre, los alemanes y Obama tienen razón.

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